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La sentencia del populismo | Eugenio Zamora

Foto del escritor: Eugenio ZamoraEugenio Zamora

Por Eugenio Zamora

Para nadie es un secreto que lo que ocurre en Estados Unidos impacta de forma positiva o negativa (según sea el caso) en nuestro país y el resto del mundo. Así lo es en materia económica, en materia energética y también lo es, por supuesto, en materia política.

Desde que era candidato, el hoy presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, estableció un estilo de campaña populista que después lo tradujo a un estilo de gobierno tras su victoria en las elecciones hace 4 años frente a Hillary Clinton. Esto, significó una bocanada de aire fresco para aquellos políticos que, al mas puro estilo de la tradicional izquierda latinoamericana, insisten en el populismo como herramienta para llegar al poder. Y les ha funcionado: Fidel Castro (Cuba), Evo Morales (Bolivia), Hugo Chávez y Nicolás Maduro (Venezuela) y, si, López Obrador (Mexico).


El caso del republicano Donald Trump es para remarcarse pues a lo largo del tiempo, cuando escuchamos la palabra “populista” se nos venía a la mente automáticamente un político con una ideología de ultraizquierda, pues así lo ha marcado el estereotipo histórico. Sin embargo, Trump llego para romper esa etiqueta y demostrar que no forzosamente debe ser así; porque, perdónenme, pero me cuesta mucho trabajo pensar en un empresario mas capitalista, ultraderechista y ultraconservador que Donald Trump y no es para menos pues al fin de cuentas es eso, un empresario que ve primero que nada por sus intereses y los de sus múltiples empresas.


Precisamente por ello, es que sorprendió en primera instancia la simpatía entre los presidentes mexicano y estadounidense, ya que son ideológicamente antagónicos: Uno de ultraizquierda y otro de ultraderecha; uno odia a los empresarios y el otro es un empresario; uno va en busca del libre mercado y otro pelea por el centralismo económico. Sin embargo, ambos comulgan en una cosa: su populismo; el cual, pasó de ser un simple discurso a una forma de gobernar.


Y es que, no hace falta ser ningun internacionalista para darse cuenta del increíble parecido entre estos dos en su forma de hablar; en la forma en la que amedrentan contra la prensa libre, contra sus críticos; contra los científicos, contra la libertad de expresión, contra el uso del cubrebocas, y la últimamente contra la democracia. Realmente son muy similares las conferencias de prensa de ambos. Y más ahora, tras el resultado de las elecciones en Estados Unidos, en las que el candidato demócrata, Joe Biden, se impuso contra el republicano. Cuando escuchábamos las declaraciones de Trump después de los resultados de la elección, a mas de uno nos llego un ‘flash back’ de López Obrador en 2006 cuando el entonces perredista aclamaba y reclamaba un supuesto fraude electoral que nunca pudo demostrar. Parece que esa historia se repetirá en nuestro vecino del norte.


Pero, siguiendo con la elección, sin duda estos resultados darán mucho en que pensar dentro de Palacio Nacional; porque es prueba fehaciente de que el populismo te puede funcionar una vez, pero dos ya es muy complicado. Así que nuestro presidente deberá corregir (si es que tiene un gramo de autocrítica) la manera mediante la cual se conduce hacia los mexicanos en sus conferencias; en sus mítines, en sus tweets, en sus spots, etc. Porque el electorado estadounidense demostró que ya no se come tan fácil el cuento de ir contra la realidad; de gritar que es de noche a medio día; de alegar que “vamos bien” en medio de un escenario catastrófico con la pandemia del COVID-19; de decir que el cubrebocas no funcione cuando todos los expertos en la materia han insistido en su vital importancia, de vituperar a los críticos que lo único que buscan es que se corrija el rumbo. Porque, reitero, una vez pudo haber funcionado gracias al hartazgo de la gente ante un sistema corrupto e ineficaz, pero dos veces ya es muy difícil, porque el hartazgo ya no es con los de antes sino con los de ahora; porque prometieron transformación y entregaron continuidad.


Quedó asentado que, así como el populismo puede ser una catapulta al poder, también puede ser la pala que sepulte las aspiraciones de cualquier proyecto político carente de una estrategia de verdadero cambio.

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